La iglesia y las familias en servicio al prójimo: Pentecostés 2010

Por Rvdo. Carlos Cardona
Pastor

Texto bíblico: Hechos 2:1-4


¿Qué es la fiesta de Pentecostés? Es la tercera gran Pascua cristiana, cuando celebramos la liberación de la Iglesia de Cristo.

La primera es Navidad, el verbo se hace carne en Jesús el niño. El nacimiento es una fiesta de esperanza en Dios Todopoderoso que viene a rescatar a su pueblo y en su misión salvífica entrega su vida por nosotros. La segunda es la fiesta de la Resurrección, día de victoria y gozo, cuando el poder del amor Dios por la humanidad venció la muerte para darnos esperanza de eternidad.

Hoy celebramos la tercera fiesta, “Pentecostés”: Dios se hace "huésped del alma", su Espíritu desciende como fuego transformador de vidas que capacita para servir al prójimo. El Espíritu Santo de Dios irrumpe en el corazón del ser humano para escribir una historia de salvación que comisiona a los creyentes a sanar corazones y transformar vidas con el poder de Dios en sus corazones.

Pentecostés es el sello de Dios dado a la Iglesia el cual reviste de poder y autoridad a los llamados para vencer el miedo a la oscuridad que aleja al ser humano de Dios. Pentecostés inicia la agenda del plan de servicio de la Iglesia de Cristo.

Pentecostés es un llamado a la unidad de la Iglesia a trabajar para la renovación de la misión en un mundo que enfrenta divisiones, temores y percepciones equivocadas del poder de Dios. El Espíritu Santo nos mueve a discernir los signos que invitan a recibir la presencia de Dios entre nosotros. El Espíritu de Dios se manifiesta en la unidad bendiciendo la unidad con el poder del mensaje sanador.

¿Cuál es la función del Espíritu en la iglesia de Pentecostés? Es poder transformador del amor de Dios en el lenguaje del Espíritu "para que todos sean uno". Es el punto de partida para la misión de la Iglesia de Cristo en el lenguaje de la gracia y de los dones para servir.

Nos ha tocado realizar la misión de la Iglesia en tiempos difíciles, en un mundo lleno de contradicciones y luchas, contando sólo con la fuerza y la autoridad que da el poder humano.

Pentecostés actúa como fuerza divina que une la Iglesia y la comisiona para hablar el lenguaje de la restauración y de la reconciliación. Somos llamados en el aquí y en el ahora por el Espíritu Santo para hablar el lenguaje de Dios para que el mundo crea y reciba la salvación.

Al igual que la Iglesia del primer siglo, nuestro mundo experimenta caos y falta de orientación hacia un futuro halagador. Las voces del desánimo se escuchan en el afán de señalar las causas de lo que acontece. La Iglesia enfrenta el reto de ser el instrumento de Dios en medio de la crisis para la familia.

Las familias de nuestro tiempo necesitan una Iglesia con presencia transformadora, salpicada con la fuerza renovadora en la unidad del Espíritu de Dios. La familia de nuestra época necesita la fiesta de la vida en el Espíritu. Necesita una Iglesia proclamadora del mensaje de vida en la acción para el bienestar familiar. Las familias de nuestra época necesitan redescubrir la fiesta que celebra la vida abundante que da el Espíritu de Dios, una fiesta que llena de seguridad y transforma los miedos de antaño en seguridad para la acción y el trabajo del reino de Dios.

Pentecostés es la fiesta donde la Iglesia celebra la unidad en el Espíritu para salir como un cuerpo fortalecido capaz de entrar a la familia con un mensaje que rompa las cadenas de la discordia, del engaño, las amarguras para celebrar la fiesta de la unidad en Cristo dominada por el encuentro y el perdón de las faltas cometidas.

¿Podemos celebrar la Fiesta de Pentecostés en la comunidad familiar? La celebración comienza con los efectos de unidad y escatológicos de la obra del Espíritu Santo en la familia cristiana.

La llegada del Espíritu es esperanza de un cielo nuevo y una nueva tierra; y es de servicio porque sólo aquéllos que se rinden al Espíritu serán instrumentos de sanación para un mundo mejor.

El derramamiento del Espíritu de Dios en el Aposento Alto fue el inicio de un trabajo de sanación, de entrega, de oración y de alabanza a Dios, quien nos llama ahora en el poder del Espíritu a ser una iglesia unida para actuar en la comunidad.

En la experiencia de la unidad de la Iglesia se vive la alegría, el gozo, la paz, la bondad y la alabanza al que Era y Es por la Eternidad. Al mismo tiempo, la Fiesta de Pentecostés invita a ser portadores de esa alegría, de ese gozo, de esa paz comenzando en nuestras propias vidas, en la renovación de la vida familiar y de aquéllos que son nuestro prójimo.

Una familia que celebra su renovación espiritual de búsqueda y entrega para ser instrumentos útiles de salvación da testimonio de la Fiesta de Vida abundante en el Espíritu.

La Iglesia que se reúne por el poder del Espíritu Santo nunca deja de alabar al Señor con alegría en todas partes del mundo y debe clamar como el Salmista: "Ven, Espíritu de Dios, y renueva la faz de la tierra" (Salmo 104:30). La Iglesia de la Fiesta de Pentecostés salió como instrumento sanador y de transformación para las familias del mundo.

Una Iglesia que celebra Pentecostés es una iglesia sanadora para vida abundante. Es una comunidad que vive siendo prójimo de su prójimo. Es una Iglesia que renueva su misión y su visión ante los retos que le tocó enfrentar con su prójimo.

La pregunta que podemos hacernos es: "¿Quién es mi prójimo?" En una parábola de Jesús, el prójimo es un samaritano, un miembro de una cultura religiosa extranjera que había sido considerado como enemigo (Lucas 10:29-37). Pueden ser familias vecinas, personas solas, miembros de nuestra propia familia, pueden ser quienes menos esperamos.

Una Iglesia que celebra el Pentecostés rompe las barreras que dividen, que causan dolor entre ellos y nosotros. La fiesta de Pentecostés es poder que hace caer rápidamente con el viento refrescante del Espíritu las causas que dividen y matan. Es momento para un llamado de unidad a las familias creyentes que necesitan restauración para una vida plena.

La mañana de Pentecostés, como lo describe Lucas, Jerusalén se había convertido en el lugar de reunión de muchas familias y peregrinos que representaban a muchos pueblos y razas del mundo conocido.
El Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles y comenzaron a proclamar el evangelio a pesar de la gran diversidad del público que los escuchaba. "Desconcertados y maravillados decían: ¿no son galileos todos éstos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna?" (Hechos 2:1-8).

Contrario a la construcción de la torre de Babel, donde Dios repartió diferentes lenguas que impidieron una buena comunicación para desarrollar el más grande proyecto de la humanidad de alcanzar a Dios por sus propios esfuerzos, el Aposento centra un mismo lenguaje de amor divino que mueve al cristiano a hablar el idioma de compasión y misericordia, el idioma de la restauración y de la sanación individual y familiar.

El milagro de Pentecostés es el inicio de una revelación divina para reunificar al ser humano en el lenguaje del perdón y la restauración. Las fuertes ataduras que nos separan, las costumbres y las tradiciones de la religión son transformadas con lazos de buena voluntad y de reconciliación con Jesucristo, el cual "ha derribado el muro de enemistad que nos separaba" (Efesios 2:14). Esto lo hace con el fin de comisionarnos como ojos y brazos, como manos y pies del evangelio que abre las puertas del reino a las familias de todos los confines de la tierra. Pentecostés es unidad en el Espíritu.

Somos el prójimo de nuestro prójimo porque hemos sido comisionados por Dios para ir a nuestro mundo en el cual nos movemos a ser sensibles al dolor ajeno, para compartir la esperanza que nace en la acción de nuestras manos por el poder del Espíritu de Dios.

Pentecostés nos comisiona a ser guardas de nuestro hermano, “id por el mundo y predicad este evangelio”. ¿Cuál evangelio? El evangelio que se traduce en dones para servir a nuestro prójimo. La buena nueva de que Jesucristo nos llama a una nueva realización de nuestra misión común: servir estrechando la mano de Dios con la mano de nuestro prójimo.

El Espíritu Santo hace posible nuestra plena participación en la verdadera familia comunitaria que es solidaria con el prójimo. Pentecostés es un llamado a ser una comunidad que ve con claridad, que siente y padece con esperanza en Dios. Es un llamado a ser pueblo de Dios que se manifiesta, como lo hicieron los apóstoles, en forma de instrumentos del evangelio.

mayo 2010

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