La familia, la tentación y el dominio propio

Por Rvdo. Carlos Cardona
Pastor

Pasaje bíblico: Lucas 4:1-13

¿Cómo podemos definir la tentación? En las Sagradas Escrituras la tentación aparece con el término massah (intento), tentar en hebreo, y peirasmos, que significa prueba en griego. ¿Pero qué significa ser tentados? Tiene dos significados: intento de inducir al mal (Génesis 3:15) y una prueba o examen que redundará en beneficio Génesis 22:1-2.

La tentación es considerada como una prueba o un intento de ataque. Es un acto de desobediencia a Dios en el Antiguo Testamento. Cuando el pueblo observaba una conducta pecaminosa ponían a prueba a Dios, como dice Números 14:22:-23 “… aunque vieron mi gloria y las maravillas que hice en Egipto y en el desierto, ninguno de los que me desobedecieron y me pusieron a prueba repetidas veces verá jamás la tierra que bajo juramento prometí dar a sus padres”.


La tentación es una condición o circunstancia externa que induce a hacer lo malo. El hecho de ser tentado en sí no es pecado, es el hecho a ceder a la tentación.

Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo….

Jesús estuvo sujeto a prueba durante todo su ministerio. El enemigo le presentó pruebas e intentó inducirlo a la desobediencia divina. La preparación y el acercamiento íntimo con el Padre Celestial no impidieron que la tentación llegara a Jesús. Estaba en el desierto cultivando su espíritu y su relación con el Padre y allí recibió la prueba. La tentación es un acto del enemigo para impedir que alcancemos la bendición de Dios.

La primera tentación: Come, que no morirás

Cuando la primera familia estuvo en el Paraíso, fueron tentados: “¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?” (Génesis 3:1)

La familia del siglo 21 enfrenta las mismas tentaciones y las mismas pruebas que antaño. El enemigo apela a los deseos de la carne para poner a prueba tu capacidad de discernimiento y la resistencia espiritual.

Tienes todo lo necesario para ser feliz y hay algo que apela a tu debilidad. Adán y Eva experimentaron una crisis familiar. “Dios nos ha dicho que no comamos porque moriremos y este nos dice: No es cierto no van a morir”.

Ciertamente la primera familia de la humanidad experimentó una muerte más profunda que la física. Los deseos de la carne se impusieron a la verdad, a lo que era correcto. Cuando cedemos a la tentación entramos en un acto de desobediencia a Dios. Cuando cedemos a la tentación muere dentro de nosotros la intimidad con Dios para vivir plenamente.

El Enemigo enfrentó del mismo modo a Jesús (el segundo Adán): “Dile a esas piedras que se conviertan en pan”. Jesús es tentado con la misma vara en el deseo de la carne. Jesús nos enseña cómo podemos enfrentar la tentación; mantiene dominio propio a diferencia de la primera familia del Edén, él enfrenta al enemigo con la Palabra: “Escrito está, no sólo de pan vive el hombre”. Pedro escribe: "Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8. NVI).

Necesitamos educar a nuestra familia en la praxis del poder que tenemos sobre nosotros mismos. ¿Identificas alguna circunstancia familiar o personal que te invita a la tentación? Somos los arquitectos de nuestras vidas y podemos tomar decisiones acerca de lo que nos afecta.

Es importante cultivar el dominio propio y mantenernos alerta ante lo que enfrentamos. Jesús, a diferencia de la primera familia, identificó al enemigo sutil que se acercó para probarle. Mantuvo claridad de pensamiento y autoridad sobre la circunstancia.

La segunda tentación: El deseo de los ojos

El enemigo también le ofreció a Jesús todos los reinos del mundo y la autoridad sobre ellos. “Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo”.

Nuestras familias enfrentan la misma tentación; podemos conquistar todo lo que nos rodea a cambio de perder la autoridad sobre nosotros mismos. Cuando perdemos el domino propio hemos perdido la vida. La primera familia perdió su señorío y su soberanía cuando cedieron a la tentación que enfrentaron. Sus ojos se abrieron y vieron que el fruto que les era prohibido les parecía bueno. ¿Qué es lo bueno desde nuestra óptica familiar? ¿Qué es lo mejor desde nuestra óptica de familia?

Es necesario visualizar correctamente hacia dónde deseamos conducir a nuestra familia. Las posesiones materiales no son suficientes para alcanzar la vida plena. El ambiente y las circunstancias influyen ante la tentación. Deseamos vivir mejor, está bien tener éxito, lograr lo anhelado y, en ocasiones, estar dispuestos a hacer lo que sea para logarlo.

El contraste del ambiente de Jesús versus el de la primera familia son contrarios. En el primero, todo alrededor era esplendoroso, maravilloso. La familia gozaba de abundancia, paz, seguridad, alegría y confianza. Las condiciones de vida no eran adversas como las que enfrentó Jesús. Por el contrario, las condiciones desérticas presentan hostilidad, escasez, peligro, desafíos, crisis que pueden ser usadas como excusas para ceder a la tentación. Jesús enfrentó la tentación en un ambiente desfavorable al ser humano. Su experiencia con el enemigo se dio en un campo hostil y de desventaja para Jesús.

En ocasiones la familia se escuda en las condiciones de vida o circunstancias adversas para justificar su caída ante la tentación. En Jesús recibimos la lección familiar más importante, el dominio propio es un arma poderosa para vencer la tentación del enemigo no importa el ambiente o circunstancia que vivamos.

La tercera tentación: La vanagloria de la vida

El enemigo llevó a Jesús a la parte más alta del templo diciéndole: “Si eres el Hijo de Dios, tírate de aquí, porque está escrito que tu Padre ordenará ángeles que te cuiden para que no tropieces con piedra alguna”.

El pasaje nos hace reflexionar acerca de nuestra propia relación con Dios. Debemos ser cuidadosos cuando enfrentamos situaciones de las cuales parece que saldremos airosos sólo por el hecho de que somos hijos de Dios y nos lanzamos al fracaso. Nuestra familia necesita cada día cultivar la fe y el conocimiento de la Palabra para crecer fuertes y saludables espiritualmente. Muchas familias experimentan dolor ante las circunstancias de ver a uno de sus miembros caer en tentaciones banales. Es necesario sentar a nuestros hijos, nietos y sobrinos para educarles acerca del dominio propio.

Jesús era el Hijo de Dios, pero ante esta prueba mantuvo el domino propio para no ceder a lo esperado por el enemigo. Satanás es un experto en quebrantar la voluntad humana, se aprovecha del sentido común de lo que nos parece lógico para hacernos caer.

Debemos educar a la familia acerca del valor de las personas por sobre las posiciones o lugar que ocupen. La valía no es por lo que se posea. La tentación de sentirnos poderosos y autosuficientes nos hace caer en el abismo del fracaso. Jesús nos invita a reflexionar acerca del significado de ser hijo de Dios. Estamos sujetos a las pruebas, sujetos a la tentación, pero lo más importante es que estamos SUJETADOS a DIOS si cultivamos el dominio propio. Educar a nuestra familia hacia una experiencia con Cristo Jesús debe ser un compromiso de todos.

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