Ser familia exige fidelidad, compromiso y verticalidad

Por Rvdo. Carlos Cardona
Pastor

Pasaje bíblico: Deuteronomio 30: 15-20

            La conducta amorosa y fiel de Dios para con los seres humanos nos invita poderosamente a la fidelidad. El primer fundamento de toda fidelidad humana es la fidelidad de Dios.
¿Qué entendemos por fidelidad? El salmista alaba la fidelidad de Dios, fundamento de nuestra esperanza. "Señor, tu amor llega hasta el cielo, hasta las nubes tu fidelidad”. La fidelidad de Dios se muestra especialmente en el hecho de que siempre acoge de nuevo al pueblo infiel. Dios es fiel a sus promesas y a sus amenazas. Espera del ser humano esa misma acción para consigo mismo y su familia.
En la fidelidad de Dios  se afirma nuestra perseverancia en la esperanza, nuestra fidelidad hasta la muerte. Dios nos invita en el escrito del Antiguo Testamento a tomar decisiones que afectaran nuestro existir personal y familiar.
“Mira yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal. Porque Yo te mando que ames a Jehová, tu Dios, que andes en sus caminos y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas, seas multiplicado, y Jehová tu Dios, te bendiga en la tierra a la cual vas a entrar  para tomarla en posesión”.
Dios nos presenta una tierra para bendición familiar en relación con la praxis de vida en esa tierra que deseamos. No es un evento mágico de entrar a un lugar y allí encontrar todos los elementos para ser felices. Dios advierte que la felicidad familiar está ligada a una praxis de ética de vida diaria.  Frente a nosotros está el bien y el mal, la muerte y la vida. Y cada uno de nosotros es quien elige hacia donde desea dirigir su senda.
En esa toma de decisión frente a la vida misma, el Señor nos presenta la fidelidad a Él como punto de partida para disfrutar de una vida abundante y llena de bendiciones.  La fidelidad es una propiedad del amor de Dios para vivir a plenitud. Dios es fiel porque es amor. La fidelidad que nos pide deriva de la exigencia ética (y jurídica) de vivir como reflejo de la imagen de Dios.
En esa experiencia de fidelidad, la Verdad es luz que ayuda a encontrarse el uno con el otro. La relación familiar  se fortalece cuando hablamos la verdad en nuestro hogar. ¿Cuál es tu verdad personal?  ¿Cuál es tu verdad familiar? ¿Cómo enfrentas esa verdad contigo mismo? 
En el Edén, Dios confrontó a los miembros de la primera familia.  Adán, ¿dónde estás? ¿dónde te has metido?  La primera familia enfrentó el reto de la vida y la muerte, del bien y el mal, y en la toma de decisiones eligieron lo contrario a lo esperado por Dios.
Su verdad personal les impidió mantenerse fieles a los principios de la verdad y la lealtad. Las consecuencias de su acción les trajeron la separación de Dios. Una vez la mentira entra en el seno familiar y personal, nuestro andar se tambalea y sucumbimos ante los embates de la vida misma.
¿Cómo enfrentas tu verdad personal? La verdad es necesaria para experimentar restauración personal y familiar. Es importante identificar dónde estamos en relación a   Dios, a nosotros mismos y en relación a nuestra  familia. Necesitamos reconocer nuestras debilidades y fortalezas para estrechar nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo.
            La fidelidad es una propiedad del amor. Es un reflejo del amor de Dios.  “Dios es amor” y por esta razón es fiel a sus promesas con la familia. Por encima de las situaciones que puedan ocurrir en nosotros como individuos dentro del seno familiar,  estamos llamados por Dios para escoger el bien sobre el mal. Estamos llamados por Dios para escoger la vida  abundante en Dios.
En el momento que nos rendimos a Él y comenzamos  a responder a Dios con nuestra verdad, Dios pregunta: ¿dónde te has metido? ¿dónde te encuentras en relación contigo mismo? ¿con tu pareja?  ¿en relación con los demás miembros de la familia? ¿dónde estás en relación con Dios?
Un corazón que ama a Dios no puede estar dividido.  La fidelidad a Dios y la familia es el eje que mueve el corazón hacia una ética de vida para bendición. Dios nos invita  a escoger la vida para vivirla a plenitud en relación con Dios y nuestro prójimo familiar. En el seno familiar descubrimos los mayores retos: encontrar a Dios, hallarnos a nosotros mismos con nuestra verdad, y hallar a nuestra familia para vivir una vida con verticalidad y compromiso en la praxis diaria de la ética cristiana.
La fidelidad es un sendero de sencillez en tiempos complicados y etéreos. La vida siempre depara algo más que lo que tenemos delante.  Todo cambio para los que viven fieles a Dios es para bien.
             Hoy es un gran día para un nuevo comienzo en nuestra vida personal y familiar. Podemos dar más importancia a la verdad y los detalles que ella implica en nuestra relación con Dios y nosotros mismos.
Podemos comprometer nuestro corazón con Dios para tener una vida dirigida a alcanzar la plenitud en la bendición de Dios en todos nuestros asuntos.
Podemos elegir con verticalidad perdonándonos a nosotros mismos para entrar a la tierra de bendición donde se manifiesta Dios con gracia y con poder, esa tierra donde el rostro de Dios se ve en la transparencia de nuestra relación personal y en nuestras relaciones con los demás.
Podemos  ver  frente a nosotros la oportunidad de un nuevo comienzo dejando  atrás las cosas que han sido tóxicas en relación con nuestra familia y con nosotros mismos.
Podemos tomar decisiones que nos ayuden a cultivar una relación más estrecha con Dios comprometiéndonos con la verdad que libera y nos conduce a la plenitud de vida en Cristo.
Podemos decidir y afirmar nuestra entrega  total a Dios para hacer de nuestro hogar una experiencia transformadora.   

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