Ante la crisis, afirmamos un ministerio terapéutico

Por Rvda. Edma M. Torres López
Directora de Programa
Iglesia Evangélica Unida de Puerto Rico


Afirmamos la esperanza, la fe y el valor. Este tiempo difícil nos desafía a vivir la fe. La crisis es la oportunidad de poner en práctica las convicciones que predicamos y el espacio en el cual podemos sentir al Señor más cerca que nunca. Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo.

Para enfrentar la crisis necesitamos conocer de qué se trata y cómo Jesús intervino en la vida de aquéllos que estaban sufriendo adversidades.

Todo proceso crítico implica dolor, pero también recuperación y cambio. El evangelio nos brinda las herramientas para enfrentar las adversidades con la fe, la esperanza y el valor de Jesús.

El evangelio nos enseña que todo momento crítico requiere de un proceso de ayuda. No tenemos por qué sufrir nuestras crisis en soledad. En Cristo, en la comunidad de fe, en los recursos pastorales y profesionales encontramos sanidad.

Los evangelios nos presentan a Jesús “terapeuta”. El vocablo “terapia” se deriva del griego “terapeuo” y significa “curar”. Jesús fue una voz profética para la gente de su tiempo. Compartió la esperanza, el consejo, la educación y la sanidad. En su ministerio de acompañamiento Jesús ayudó a la gente a enfrentar su realidad y a levantarse de ella. Algunos casos conocidos son: la crisis de salud de Bartimeo (Marcos 10:46-52), la crisis por pérdida de la hija de Jairo (Marcos 5:21), la crisis de salud, social y religiosa de la mujer con el flujo de sangre (Marcos 5:25) y la crisis moral de la pareja sorprendida en adulterio (Juan 8:1-2).

Algunas características comunes que tenían estos casos son: enfrentar la realidad, buscar ayuda en Jesús y recibir ayuda de Jesús, lograr la atención de Jesús y recibir su palabra, su ayuda y su compromiso, desprenderse de la carga, curarse (sanidad integral), levantarse y recobrar la vida, y seguir a Jesús en el camino.

Desde su ministerio, Jesús nos llama a ser una iglesia terapéutica. En tiempos de crisis, Puerto Rico necesita laicos y laicas, pastores y pastoras preparados para responder con sabiduría y eficacia al dolor profundo que vive nuestro pueblo.

¿Qué podemos hacer en el proceso de asistencia?

1. Hacer evaluaciones más precisas de la persona en crisis.

2. Movilizar redes de apoyo. Identificar recursos espirituales y profesionales dentro de nuestras congregaciones que puedan acompañar a quienes sufren e identificar organizaciones externas a donde podamos referir a nuestra gente.

3. Dar un significado especial a la crisis y a la vida. Es importante afirmar que la crisis altera nuestro ritmo habitual de la vida, pero también puede ser un momento decisivo de desarrollo y transformación en el que Dios actúa.

4. Fortalecer la vida espiritual con convicción teológica. Cultivar la disciplina de la oración y el estudio de la Biblia. Buscar apoyo y consejo en Dios, compañeros de ministerio y recursos profesionales especializados. Conocer los aspectos legales en Puerto Rico sobre la intervención en crisis.

¿Cómo podemos brindar efectivamente la primera ayuda?

1. Establecer contacto psicológico. Escuchar activamente y reflejar empatía. Comunicar apoyo y aceptación a través de mensajes verbales y no verbales. No hacer juicios morales que incrementen el sentido de culpa y vergüenza. Validar los sentimientos del que sufre guiarles hacia las diversas opciones posibles que le encaminen a una resolución saludable.

2. Examinar las dimensiones del problema. Identificar el factor o evento precipitante. Identificar los recursos personales para enfrentar la crisis. Identificar la red de apoyo y el nivel de peligrosidad. Identificar los conflictos teológicos, las creencias y las expectativas. Auscultar qué quiere o qué espera la persona en crisis del ministro y de la iglesia.

3. Analizar las posibles soluciones. Redefinir el problema. Explorar y reconsiderar soluciones intentadas previamente. Lograr que la persona en crisis genere nuevas soluciones. Proponer alternativas adicionales. Enfatizar las fortalezas y virtudes de la persona. Movilizar los recursos idóneos de la iglesia. Activar a la persona en crisis tanto como sea posible.

4. Dirigir y velar la ejecución de la acción concreta. Mantener una actitud facilitadota y solidaria más que una actitud directiva y autoritaria. Definir un plan de acción: quiénes harán qué y en qué momento, responsabilidad compartida, supervisar que cada persona ejecute su parte.

5. Dar seguimiento. Contacto posterior (cómo, dónde y cuándo). Verificar el progreso y logro de las metas. Asegurar el enlace con otros recursos de ayuda.

La Biblia, especialmente el Antiguo Testamento, contiene las experiencias del pueblo de Israel con su Dios, que es presentado como el Dios que salva (que da salud), que libera… y llega a su punto culminante en su encarnación en su Hijo Jesucristo, quien vino a salvar a la humanidad y a darle vida nueva.

Hoy Dios nos llama a ejercer un ministerio sanador, un ministerio que acompañe, que defienda la vida, y que cure. Proclamemos a viva voz como el himno:

Oh, preciosa, fuente sanadora.
Para todos fluye libre.
Oh, preciosa fuente sanadora.
¡Gloria a Dios me sana a mí!

Publicado originalmente en la revista Semilla de Esperanza, órgano informativo de la Iglesia Evangélica Unida de Puerto Rico, Febrero 2008.

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