Siembra y cosecha

Por Hna. Socorro Merced

Hace como 55 años yo vivía en un sitio donde no había calles y las casas estaban en desorden. Pero allí había niños y niñas creciendo a quienes les gustaba jugar. Cuando iban a jugar a casa, yo les contaba las historias bíblicas que enseñaba a los niños de la iglesia. Los niños de la iglesia eran dos hermanitos muy listos que nunca olvidaré: Carmen y Pablito Negrón. Eran muy inteligentes y me hacían estudiar y aprender mucho para luego compartir con ellos. ¡Hacían unas preguntas! ...ja, ...ja. Bien, mis vecinitos también eran muy listos y oían todo lo que yo les contaba y los papás, que eran bien católicos, los oían a ellos. Una vez hasta presentamos un drama de Navidad con los niños, invitamos a los papás y les repartimos dulces.

Tal parece que, sin yo pensarlo, estaba sembrando una buena semilla en ellos, pues hace poco, durante la pasada semana de Acción de Gracias, aparecieron dos de ellos a mi casa, hermano y hermana. No los veía desde hace como 50 años, quizás más. Yeyo y Lucre averiguaron mi dirección y vinieron a visitarme a mi casa. ¡Qué alegría! ¡Qué gozo sentí! Ya son casi tan viejos como yo... Se sentían felices de venir a verme ... y yo, mucho más feliz.

Hablamos, hablamos y hablamos... reímos, reímos y reímos... y comimos, y comimos, y comimos. Fue un día maravilloso.

Yeyo era el muchachito que en su bicicleta le llevaba la comida a mi esposo Juan a la fábrica. Me hizo chistes de las cosas que le pasaban.

Fue un día que Dios hizo muy hermoso y muy especial para mí. Me agradecieron los muchos y buenos valores que les inculqué, los cuales, dicen, les han sido muy útiles en sus vidas. ¡Que bonito! Me sentí feliz, feliz.

Ahora él persevera en una iglesia pentecostal y es un gran líder. Ella pertenece a otra iglesia protestante.

No quiero darme coba, como diría mi Pastor en el Junquito, pero creo que sembré la semilla, aunque tuve que esperar para ver el resultado. Fue como una semilla de recao que regué en mi patio hace meses y no había nacido, pero la semana pasada, arrancando la mala yerba, encontré que la semilla del recao está naciendo. Unas cuantas plantitas salían de la tierra a coger aire y sol para crecer.

Debemos sembrar y tener fe, porque algún día la semilla nacerá, florecerá y dará fruto. Dios me hizo el gran regalo de ese día.

Como dice una reflexión: "Sembrando, siempre sembrando". Gracias, Dios, gracias.

febrero 2008

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