El regalo para Jesús

Por Rvdo. Carlos Cardona
Pastor

     Se acerca la celebración del nacimiento de Emmanuel, el niño Dios que en un pesebre de un lugar lejano a nosotros nació.

     Son muchas las historias que recordamos de esta celebración que con tanta alegría celebramos desde la niñez. Nuestros primeros sueños, las primeras ilusiones llenas de expectativas por la llegada de los reyes magos a nuestra casa.

     Pero al parecer los sabios de oriente confundían los regalos. En las casas de algunos de nuestros pequeños amigos recibían el regalo que nosotros habíamos pedido, mientras a nosotros nos llegaba un regalo que no era lo que esperábamos.


     ¿Quién de ustedes se quedó esperando un regalo que nunca llegó? ¿Quiénes recibieron el regalo que no esperaban?

     Al parecer fuimos víctimas de los enredos de los reyes. Con el pasar del tiempo, vamos descubriendo que no siempre tenemos lo que deseamos y no siempre recibimos lo esperado.

     Es como si desde pequeños, el Niño Dios nos enseñara que en la vida las cosas no están bajo nuestro control. Que nos sucederán cosas y viviremos experiencias nunca antes soñadas por nosotros y habrá siempre sueños por buscar en nuestro ser interno.

     ¿Cómo olvidarnos de los sueños? ¿Cómo renunciar a ellos si desde pequeños los hemos tenido? ¿Cómo olvidar la primera bicicleta?

     Los sabios nos enseñaron a seguir la estrella que guió sus pasos hasta encontrar el mayor de los regalos de Dios para la humanidad.

     Los tres sabios de oriente, con su búsqueda personal, nos enseñan que la vida es un peregrinar donde lo insólito puede ocurrirnos y lo eternal puede presentarse frente a nosotros con sencillez.

     Los presentes para el Niño no eran lo esperado. Ni siquiera representan la alegría de la vida. Son presentes inesperados, son presentes de no muy buen augurio para la familia del Niño.

     Los personajes místicos de ropaje extraño conmovieron la corte y el palacio de Jerusalén al preguntar dónde estaba el Rey de los Judíos. El rey Herodes tembló, y toda la corte con él, al ver que estos personajes extranjeros buscaban un rey. Tamaña sorpresa para quien piensa que todo el que llegaba a Jerusalén en aquellos días debía ofrecer honores y presentes sólo al rey. Los personajes estaban claros a quién buscaban. Sabían qué habrían de ofrecer al niño Dios.

     Nosotros, como ellos, seguimos en la ruta del camino donde nacen los sueños y buscamos la estrella que nos guiará para alcanzarlos. Pero es necesario preguntar: ¿Dónde está el Mesías? ¿Dónde podemos hallarle para ofrecer nuestros presentes con reverencia al Rey de Reyes y Señor de Señores?

     ¿Cuál es tu expectativa en esta celebración del nacimiento del Niño Dios. Los personajes de la estrella no se rindieron ante la búsqueda. No se amilanaron frente a las dificultades. Permanecieron unidos en el vínculo de la paz. La unidad es el alma de la comunión. Se apoyaron unos a otros en su afán de encontrar al Niño.

     Los Sabios desarrollaron una plena confianza mediante la fe para distinguir la presencia de Dios en la tierra y su historia personal. Afirmaron el interés de Dios en la humanidad y fueron a rendirle tributo al Dios que se acordó de la humanidad. Presentaron un obsequio de optimismo, de hermandad al Niño Dios.

     Recuerda siempre que la manera en que pienses determinará cómo te sientes, y cómo te sientes influirá en cómo actúas. Los sabios que siguieron la estrella no se conformaron con creer, salieron para hallar al Divino Dios.

     Y hoy nos dejan en su peregrinaje las huellas de la hermandad, el compañerismo, la unidad, la búsqueda y la determinación. No te rindas en tus sueños. Recuerda que lo insólito de las cosas que te suceden es calzada para continuar adelante en tu búsqueda personal.

Enero 2010

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